Natxo Vadillo
Europa en vilo: juegos de guerra con la mirada puesta en Rusia
- Compliance
A más de 3.000 kilómetros de España, en las zonas rurales de los países bálticos, se desarrolla una actividad frenética: bulldozers y excavadoras construyen defensas de campaña e instalan zanjas antitanque. En estos países se está considerando incluso la posibilidad de colocar campos minados, lo que suscita no pocas controversias. También el gobierno polaco está invirtiendo miles de millones de euros en un sistema de defensa fronterizo, que incluye la construcción de un mecanismo antiaéreo similar a la cúpula de hierro desarrollada por Israel.
Mientras tanto, Suecia ha comenzado a enviar a unos cinco millones de residentes folletos instándolos a prepararse ante la posibilidad de una guerra; y la vecina Finlandia, que comparte una frontera de 1.340 kilómetros con Rusia, lanzó un sitio web que reúne información sobre la preparación para diferentes crisis. Incluso, el Bundeswehr, el ejército federal alemán, está enseñando a las empresas del país protocolos para que las firmas mantengan viva la red de producción nacional en caso de una escalada bélica.
El miedo se ha apoderado de Europa. Y no es para menos. La guerra en Ucrania ha alterado el equilibrio geopolítico de una forma que no se veía desde el final de la Guerra Fría. Las acciones de Rusia, desde su invasión a Ucrania hasta movimientos recientes como el supuesto lanzamiento de un misil intercontinental con capacidad nuclear, es un recordatorio inquietante de su capacidad de disuasión.
Los países europeos, conscientes de su proximidad geográfica y económica al conflicto, se enfrentan a un dilema existencial: cómo mitigar los riesgos de una posible confrontación directa con Rusia. Nos enfrentamos a un deterioro duradero de la situación de seguridad que plantea una serie de retos interconectados, que exigen respuestas integrales y coordinadas que no solo refuercen nuestra capacidad defensiva, sino que también minimicen los riesgos a través de estrategias de mitigación y resiliencia.
Medidas necesarias frente a un nuevo escenario de guerra digital
Uno de los primeros desafíos a los que se enfrenta Europa es la protección de sus infraestructuras críticas. El reciente sabotaje de cables submarinos de Internet en el Báltico ha evidenciado la vulnerabilidad de estas infraestructuras, que son esenciales para el funcionamiento de las economías modernas y cuya pérdida o interrupción puede paralizar países enteros. En respuesta, Europa debe implementar sistemas avanzados de monitorización, reforzar las medidas de seguridad física y digital, y fomentar acuerdos internacionales que aseguren la cooperación en caso de sabotajes o ataques.
La ciberseguridad es otro ámbito crítico que exige atención inmediata. Los ciberataques se han convertido en una herramienta clave en las estrategias de guerra híbrida de Rusia, afectando tanto a gobiernos como a empresas privadas. Europa necesita avanzar en la creación de un marco común de ciberseguridad que permita la colaboración entre estados miembros, así como la inversión en tecnologías de vanguardia para prevenir, detectar y responder a los ataques.
Además de las amenazas materiales, Europa también se enfrenta una guerra de desinformación que busca socavar la cohesión interna de los estados miembros y debilitar la confianza en las instituciones democráticas. Rusia ha utilizado campañas de propaganda y manipulación de redes sociales para polarizar la opinión pública y generar tensiones sociales. La respuesta a esta amenaza requiere un enfoque multidimensional que combine la regulación de las plataformas digitales con campañas de alfabetización mediática que permitan a los ciudadanos identificar y resistir la desinformación. Los medios de comunicación independientes y los sistemas educativos deben desempeñar un papel clave en esta estrategia.
En cuanto a la preparación ciudadana, los gobiernos europeos también deben trabajar para aumentar la conciencia pública sobre los riesgos y las posibles respuestas. Esto incluye desde simulacros de emergencia hasta campañas educativas que fomenten la resiliencia social. La experiencia de países como Finlandia, donde la defensa integral incluye a toda la sociedad, puede servir como modelo para otros estados miembros.
Otros sectores clave que también pueden verse amenazados
En el ámbito energético, la guerra en Ucrania ha dejado al descubierto la excesiva dependencia de Europa del gas y el petróleo rusos, una vulnerabilidad estratégica que Moscú ha explotado para ejercer presión política y económica. Aunque se han realizado avances significativos en la diversificación de proveedores, con un aumento de las importaciones de gas natural licuado desde Estados Unidos y Qatar, esta transición no está exenta de desafíos. Los altos costes asociados al GNL y la competencia en el mercado global dificultan una transición rápida y sostenible. Europa debe priorizar las inversiones en energías renovables y tecnologías de almacenamiento de energía, no solo para reducir su dependencia de fuentes externas, sino también para reforzar su posición frente a posibles interrupciones del suministro.
La relación entre Europa y Rusia en el ámbito de las materias primas también es compleja y multifacética, ya que Rusia es un proveedor clave de diversos recursos esenciales para la industria europea, lo que genera una dependencia que, en el actual contexto geopolítico, representa un riesgo significativo.
Por ejemplo, el titanio es fundamental en la fabricación aeronáutica debido a su resistencia y ligereza; y la empresa rusa VSMPO-AVISMA es el mayor productor mundial de titanio, suministrando aproximadamente el 90% del titanio de Rusia y exportándolo a más de 50 países. Compañías como Boeing han dependido en gran medida de VSMPO-AVISMA para obtener piezas de titanio utilizadas en modelos como el 737, 767, 787, 777 y 777X. Sin embargo, tras la invasión de Ucrania en 2022, Boeing suspendió la compra de titanio a Rusia, buscando diversificar sus fuentes de suministro.
Compañías aeronáuticas europeas, por su parte, ha seguido manteniendo relaciones con este proveedor ruso de titanio, expresando incluso su preocupación por las sanciones impuestas a VSMPO-AVISMA. La dependencia de estas compañías del titanio ruso es significativa, y la interrupción de este suministro podría afectar su producción aeronáutica de manera capital.
Además del titanio, Rusia es un importante exportador de níquel, paladio y aluminio, todos esenciales para diversas industrias europeas. Entre marzo de 2022 y julio de 2023, Europa importó de Rusia materias primas críticas por valor de al menos 13.700 millones de euros, según datos de Eurostat y del Centro Común de Investigación de la UE. La interrupción del suministro de níquel, utilizado en la producción de acero inoxidable y baterías, podría afectar sectores como el automotriz. El paladio, clave en la fabricación de catalizadores para vehículos, también es una preocupación, ya que Rusia es uno de los principales productores mundiales.
Para reducir la dependencia de materias primas rusas, Europa debe diversificar sus proveedores y buscar acuerdos con países como Australia, Canadá o Brasil para asegurar el suministro de estos recursos. También fomentar la producción interna, mediante la inversión en explotación de yacimientos dentro de nuestro continente, aunque esto requiere tiempo y recursos significativos. Al igual que invertir en la investigación de materiales alternativos que puedan sustituir a los actuales, disminuyendo la dependencia de recursos específicos.
La necesidad de fortalecer alianzas estratégicas
En términos militares, la guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto las disparidades entre los niveles de preparación y capacidad de los ejércitos europeos. Aunque la OTAN sigue siendo el pilar central de la defensa colectiva, los estados miembros de la Unión Europea deben asumir una mayor responsabilidad en su propia seguridad, lo que incluye aumentar el gasto en defensa, modernizar los equipos militares y mejorar la interoperabilidad entre las fuerzas armadas. La creación de un «ejército europeo» ha sido objeto de debate durante décadas, pero las circunstancias actuales podrían ser el catalizador para avanzar en esta dirección.
Desde el punto de vista de la gestión de riesgos, Europa debe adoptar un enfoque proactivo que combine la prevención, la preparación y la respuesta rápida. Esto implica no solo anticiparse a las amenazas, sino también fortalecer la resiliencia de las sociedades y economías europeas para resistir posibles crisis. Un aspecto crucial de este enfoque es la colaboración internacional. Europa no puede enfrentar estos desafíos sola; la cooperación con aliados estratégicos como Estados Unidos, Canadá, Japón y otros países democráticos es fundamental para abordar amenazas transnacionales. Además, Europa debe intensificar su diálogo con potencias emergentes como India y Brasil, buscando construir coaliciones amplias que refuercen el orden internacional basado en reglas claras.
En última instancia, Europa se encuentra en un momento decisivo. Las amenazas actuales exigen una combinación de estrategia, innovación y cooperación que va más allá de las soluciones tradicionales. La capacidad de Europa para mitigar los riesgos y adaptarse a un entorno cada vez más complejo determinará no solo su seguridad a corto plazo, sino también su papel en el escenario global en las próximas décadas. Ante la posibilidad de una escalada mayor con Rusia, Europa debe demostrar que, incluso en tiempos de crisis, puede actuar con unidad y determinación, protegiendo no solo su territorio, sino también los valores que la definen como una comunidad de naciones democráticas.
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