Natxo Vadillo
Baterías eléctricas: por qué la innovación debe ir acompañada de una gestión del riesgo
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La transición energética hacia un modelo más sostenible ha impulsado el desarrollo y la implementación de baterías eléctricas en diversos sectores, desde la movilidad personal hasta la industria. Sin embargo, esta rápida evolución tecnológica no está siendo acompañada por un desarrollo proporcional en la gestión de los riesgos inherentes.
El primer trimestre de 2025 nos ha dejado varios incidentes graves que evidencian esta problemática. Estos sucesos no son aislados, sino que reflejan un incremento preocupante de siniestros vinculados a las nuevas tecnologías de almacenamiento energético, donde la innovación parece haberse adelantado significativamente a los protocolos de seguridad, en un desfase crítico que es necesario mostrar a todos los actores involucrados en este tipo de escenarios.
Cuando las baterías industriales fallan
El pasado jueves, la planta de Ultracongelados Virto en Funes (Navarra) vivió momentos de tensión cuando una batería de una carretilla elevadora comenzó a arder, provocando un incendio que obligó a evacuar a 150 trabajadores. El incidente, que se inició hacia las 14:01 horas, pudo ser controlado antes de las 18:00, gracias a la rápida intervención de los bomberos de cuatro parques navarros que acudieron al lugar.
El origen del fuego estuvo en una zona de carga de baterías, un área considerada crítica en instalaciones industriales. Aunque las llamas no se expandieron a otras zonas de la planta y no hubo que lamentar heridos, el suceso pone de manifiesto la importancia de contar con sistemas de ignifugación adecuados en espacios donde se manipulan equipos eléctricos.
Según declaraciones de la propia empresa, los protocolos de seguridad funcionaron correctamente, permitiendo una evacuación rápida y ordenada. Grupo Virto, con cuatro décadas de experiencia en el sector, ha anunciado una investigación interna para determinar las causas exactas y reforzar sus medidas preventivas.
Este caso evidencia cómo incluso empresas con gran experiencia industrial y sistemas de seguridad correctamente implementados se enfrentan a riesgos considerables cuando se trata de baterías industriales. Los incendios durante la recarga, a menudo debido a sobrecalentamiento u operaciones incorrectas, destacan la necesidad de medidas de seguridad, como áreas de carga ventiladas y formación para operadores: la falta de preparación puede amplificar estos riesgos, especialmente en entornos con alta densidad de equipos.
El riesgo se cobra vidas
Las carretillas elevadoras eléctricas u otros elementos de robótica industrial, cada vez más presentes en almacenes y centros logísticos, representan un riesgo que muchas veces pasa desapercibido frente a la atención mediática que reciben los vehículos particulares, como ocurrió con el incendio ocurrido el pasado 2 de abril en un aparcamiento subterráneo de Alcorcón, que sacudió a la opinión pública por su trágico desenlace.
Dos bomberos perdieron la vida mientras intentaban extinguir las llamas que consumían un Porsche Taycan, vehículo híbrido enchufable de alta gama. Otro bombero quedó en estado crítico y una docena más sufrieron heridas leves durante la intervención.
Según las fuentes policiales, el propietario del vehículo pudo haber chocado contra la puerta del garaje a gran velocidad, lo que aparentemente provocó que una de las baterías del coche estallara e hiciera arder otro coche allí estacionado. Al intentar apagar las llamas que emanaban de los vehículos, los bomberos se encontraron con condiciones extremadamente adversas debido a la densa humareda que se acumuló en el espacio cerrado del garaje.
Este incidente no es un caso aislado. Desde diciembre de 2024, Madrid ha registrado varios incendios que han afectado a vehículos eléctricos, lo que demuestra un patrón preocupante (hablamos, al menos, de cinco siniestros que han trascendido a los medios de comunicación).
Los incendios en espacios subterráneos resultan especialmente peligrosos, no solo para los equipos de emergencia sino también para los residentes de los edificios, que podrían sufrir intoxicaciones por la inhalación de humos tóxicos generados por la combustión de las baterías, sobre todo si estos incendios se producen por la noche con los vecinos durmiendo.
Por ejemplo, en junio pasado, un híbrido acabó calcinado en el párking comunitario de una urbanización de San Sebastián de los Reyes. El suceso se produjo en torno a las 00:40 horas y afectó a dos vehículos, provocando una gran carga de fuego y mucho humo dentro del garaje que se fue filtrando a gran parte de las 75 viviendas de la urbanización, que tuvieron que ser totalmente desalojadas. Eran viviendas pareadas, pero si hubiese sido un edificio vertical lleno de pisos, podría haberse producido una auténtica tragedia.
El problema de los residuos que se vuelven peligrosos
Más allá de los vehículos e instalaciones industriales, existe otro ámbito donde las baterías de litio están generando una creciente preocupación: la gestión de residuos. Según un informe 2024 de la empresa especializada Fire Rover, se identificaron 2.910 incidentes con pequeñas baterías relacionados con incendios en plantas de residuos y reciclaje en Estados Unidos y Canadá, lo que representa un incremento del 60% respecto a los 1.809 casos reportados en 2023.
Estos datos resultan alarmantes si se comparan con los apenas 275 incidentes registrados en 2016. La empresa atribuye este significativo aumento a la proliferación de dispositivos con baterías integradas, entre los que destacan los cigarrillos electrónicos y otros aparatos electrónicos desechables.
Ryan Fogelman, director ejecutivo de Fire Rover, advierte que «todas las baterías que llegan a los flujos de residuos son potencialmente peligrosas», debido a factores como perforaciones, sobrecalentamiento, cortocircuitos o fallos de fabricación. Un ejemplo reciente de esta problemática fue el incendio ocurrido en Camden, Nueva Jersey, en febrero de 2025, causado por una batería «oculta de forma indetectable entre chatarra». Este incidente requirió la intervención de más de 15 compañías de bomberos y provocó daños que obligaron a desplazar a residentes de la zona.
La insuficiencia de los protocolos actuales
Uno de los problemas fundamentales a los que se enfrentan este tipo de incendios radica en la ausencia o insuficiencia de protocolos específicos relacionados con baterías eléctricas. Los equipos de bomberos y los trabajadores de industrias que utilizan estos dispositivos a menudo carecen de la formación y los recursos necesarios para actuar eficazmente: menos del 40% de los cuerpos de bomberos en Europa cuenta con protocolos específicos para incendios de baterías de litio, según un estudio de 2024.
Según la «Guía y Protocolo de Respuestas en Emergencias para Vehículos Eléctricos y Estaciones de Carga», los incendios de vehículos eléctricos presentan riesgos particulares, como la liberación de gases tóxicos de la batería de alto voltaje (HV), la fuga de ácidos altamente corrosivos y el riesgo de electrocución al mezclar agua con cables eléctricos energizados. Este escenario se complica por la naturaleza «silenciosa» de muchos incendios: las baterías pueden entrar en combustión horas después de un daño aparentemente menor, como un golpe durante su transporte o una sobrecarga inadvertida.
Para los incendios específicos en baterías de alto voltaje, el documento plantea dos enfoques: un plan ofensivo, que busca la inundación con abundante agua en el sector de la batería para enfriar los módulos y celdas internas (a veces hasta 150.000 litros); o un plan defensivo, que implica tomar distancia prudencial y permitir que los módulos de la batería se quemen totalmente.
Sin embargo, estas recomendaciones no siempre son conocidas por los equipos de emergencia, y la formación específica sobre estos riesgos sigue siendo insuficiente en muchos cuerpos de bomberos, especialmente aquellos que operan en municipios pequeños o con recursos limitados.
Soluciones tecnológicas: la prevención es posible
A pesar del panorama preocupante, existen diversas soluciones tecnológicas que podrían mitigar significativamente los riesgos asociados a las baterías eléctricas. Contrariamente a lo que se suele afirmar, sí existen sistemas de extinción rápida de incendios específicamente diseñados para vehículos eléctricos, aunque su implementación es todavía escasa.
Por ejemplo, el sistema BEST (Battery Extinguishing System Technology) del fabricante Rosenbauer, tiene todas las papeletas para funcionar eficaz y eficientemente en una gran cantidad de casos. Según el fabricante, basta con que llegue una dotación de bomberos con este equipo portátil de 22 kilos y lo despliegue. Un accionamiento a 300 bares de presión, durante 8 milisegundos, hace emerger un puntiagudo elemento perforante, un mandril que rompe el blindaje de la batería. Una vez insertado en la batería, actúa de boquilla a través de la que introducirá agua a presión dentro de la batería.
Las mantas de protección térmica representan otra alternativa interesante para la contención de incendios en baterías. Estos dispositivos, fabricados con materiales ignífugos y altamente resistentes al calor, pueden colocarse sobre un vehículo o dispositivo en llamas para controlar la propagación del fuego y facilitar las labores de extinción. Y es versátil, económica, sin mantenimiento y valdría para cualquier coche.
En cuanto a la prevención desde el diseño, la industria está desarrollando alternativas más seguras a las tradicionales baterías de iones de litio, con alternativas como las baterías de estado sólido o las fabricadas con materiales no metálicos que prometen eliminar los electrolitos inflamables, aunque su escalado industrial aún es limitado.
Por ejemplo, una startup ucraniana ha creado la primera batería sin metal del mundo fabricada a partir de residuos agrícolas, con una durabilidad de hasta 6.000 ciclos (equivalente a unos 30 años) y una reciclabilidad del 95%. Esta innovación promete reducir drásticamente el riesgo de incendios, al eliminar los componentes metálicos que suelen estar implicados en los cortocircuitos y recalentamientos.
Asimismo, las baterías LFP (litio-ferrofosfato) están emergiendo como una alternativa más segura y económica. Su química específica las hace menos propensas a sufrir el fenómeno conocido como «fuga térmica» (thermal runaway), que es el principal desencadenante de los incendios en baterías de iones de litio tradicionales. Además, estas baterías prescinden de metales como el cobalto y el níquel, reduciendo tanto su impacto ambiental como su peligrosidad.
El sector asegurador frente al nuevo paradigma
El aumento de incidentes relacionados con baterías eléctricas está teniendo un impacto significativo en el sector asegurador; y las compañías están reevaluando sus modelos de riesgo y ajustando sus primas para reflejar adecuadamente la nueva realidad.
Desde el punto de vista del seguro, los vehículos eléctricos presentan riesgos específicos que impactan en las primas y las reclamaciones. Los costes de reparación son aproximadamente un 25,5% más altos y tardan un 14% más en repararse que los vehículos de combustión interna, según Thatcham Research. Además, el daño a las baterías, incluso leve, puede llevar a declarar el vehículo como pérdida total, aumentando los costes para los aseguradores.
En algunos países, también se observa un incremento en los costes de las pólizas para parkings subterráneos que permiten la carga de vehículos eléctricos sin implementar medidas adicionales de seguridad. De hecho, los parkings comerciales con puntos de carga ya deben pagar hasta un 30% más en primas si carecen de sistemas de ventilación forzada o detectores de gas.
Las aseguradoras también están comenzando a exigir certificaciones específicas para instalaciones que albergan sistemas de almacenamiento energético, similar a lo que ocurre con la certificación de ignifugación mencionada en el caso de Virto. Estas exigencias podrían contribuir a elevar los estándares de seguridad en el sector, aunque también representan un coste adicional para empresas y particulares. Por ejemplo, en 2025, Alemania implementó el sello SafeBattery, requerido para asegurar instalaciones con más de 100 kWh de capacidad de almacenamiento.
Por último, desde la perspectiva de la gestión de riesgos, es fundamental que las organizaciones realicen evaluaciones exhaustivas antes de implementar sistemas de baterías eléctricas a gran escala; y estas evaluaciones deben considerar no solo los beneficios operativos y ambientales, sino también los potenciales riesgos y las medidas necesarias para mitigarlos.
El camino de la electrificación pasa por equilibrar innovación y seguridad
Un modelo energético basado en la electricidad es irrenunciable desde una perspectiva ambiental, pero debe realizarse con las máximas garantías de seguridad. La transición energética no puede sustentarse en tecnologías cuya gestión de riesgos sea una ocurrencia tardía. Se requiere un enfoque multidisciplinar que combine avances tecnológicos, regulación adecuada, formación especializada y concienciación social, algo que también es fundamental: los usuarios de vehículos eléctricos y otros dispositivos con baterías recargables deben conocer las precauciones necesarias durante la carga, uso y desecho de estos elementos.
Porque la innovación y la gestión del riesgo no son conceptos antagónicos, sino complementarios. Un enfoque que integre ambas perspectivas no solo nos permitirá avanzar hacia un futuro más sostenible, sino también hacerlo de manera segura y responsable. Los últimos incidentes que involucran a baterías eléctricas y tantos otros nos han mostrado las consecuencias de no prestar suficiente atención a los riesgos; ahora es el momento de aprender de estas experiencias y construir un modelo más robusto y seguro para el desarrollo y la implementación de las baterías eléctricas.
Y es que la paradoja es clara: sin una gestión del riesgo adecuada, la misma tecnología que impulsa la sostenibilidad podría convertirse en su talón de Aquiles. La innovación no es enemiga de la seguridad, pero ignorar esta última convierte el progreso en una amenaza latente.